El respeto cuidado y amor hacia nuestro propio cuerpo.
“Tanto el cuerpo como el cabello o la piel son regalos que recibimos de nuestros padres, por lo que no podemos dañarlos. Esta es la primera regla de la Piedad Filial (Confucio).”
Xiao. Piedad filial definida como el respeto, cuidado y amor que deben mostrar los hijos hacia sus padres. Concepto fundamental del pensamiento confuciano extendido a todas las culturas asiáticas.
Xiao, es el carácter chino que simboliza y significa Piedad Filial. La Piedad Filial no tiene ningún sentido religioso, sino puramente moral: se trata de un deber fundamental, propio del hombre.
El carácter xiao, que representa la Piedad Filial, se compone de dos elementos o componentes. Arriba tenemos una contracción del carácter 老 (“lao”) anciano. Abajo tenemos el componente 子(zi) que como carácter independiente significa hijo. La imagen no puede ser más expresiva: el hijo llevando a sus ancianos padres cargados sobre sus hombros.
La Piedad Filial, fundamento de todas las virtudes: el respeto y cariño que deben mostrar los hijos hacia sus padres.
Confucio explica que la primera exigencia de la Piedad Filial consiste precisamente en el respeto, cuidado y amor hacia nuestro propio cuerpo.
En la antigüedad los chinos, en los momentos cercanos a la muerte, tenían por costumbre mostrar sus pies y manos a familiares y amigos para que vieran el estado de preservación en que se encontraban y así pudieran comprobar cómo habían cuidado de su cuerpo hasta el final de su vida.
NO EMPRENDER LA TERAPIA DE LA ORINA A CIEGAS. No debemos emprender la terapia de orina, ni ningún tipo de terapia, a ciegas, sin conocimiento, sin convencimiento, sin entusiasmo o con desgana. Por “probar”, como si fuera una terapia de pobres (¡lo es!, y de ricos). O como si fuera una terapia de último recurso y no como lo que debería ser para nosotros: como una terapia de primera opción.
Faltarías al respeto a tu propio cuerpo y hasta le harías daño si le sometieras a un tratamiento del que no estás convencido, ya que así ningún tratamiento, terapia o medicina podría tener efecto beneficioso alguno.
LO AJENO Y LO PROPIO. Tu enfermedad, tu salud, y sobre todo tu tumor, tu cáncer, es parte de ti, eres tu mismo, porque en realidad no hay partes, toda parte de ti eres tu entero.
Tu enfermedad, tu tumor, tu cáncer, no es algo ajeno a ti, es parte de ti, eres tú mismo. ¡Ama a tu tumor! ¡Conócelo, ámalo, cuídalo! ¿Qué es eso de erradicarlo, extirparlo, quemarlo, como si fuera algo ajeno a ti. No hay nada dentro de ti que sea ajeno a ti, que no seas tú mismo.
¿Qué es lo ajeno? ¿Qué es lo propio? Nada en ti es ajeno a ti. Tratas, tratamos a nuestro cuerpo ¡como ajeno! Nos da miedo. No confiamos en el.
CUERPO Y ALMA. Podemos hablar de dos entidades distintas: cuerpo y alma.
Digo alma en lugar de decir “conciencia”, o “yo”. Digo “alma” sin ninguna connotación espiritual o religiosa. Llamo “alma”, a lo intangible que hay en mí, intangible que me percibo como “yo”, que soy yo mismo.
Llamo “cuerpo” a todo lo que hay de tangible en mi, a la parte física del yo, al sustento del alma. Llamo cuerpo al instrumento del alma. Llamo cuerpo a lo que es mi otro yo.
Nuestro cuerpo está permanente y obedientemente a nuestro servicio. Digo a mi boca, “come esto” y come esto, digo a mi cuerpo come lo otro y come lo otro. Sin que tengamos muchas veces en cuenta el daño que podemos estar haciendo a nuestro cuerpo.
No somos conscientes ni estamos agradecidos por el ingente número de acciones que realiza nuestro cuerpo a cada segundo. Operaciones todas destinadas a sostener el alma, operaciones que están al servicio del alma, del yo, del mí mismo.
LO SAGRADO. Y llegamos a lo sagrado. Tu cuerpo, todo tu cuerpo, al igual que tu alma, es sagrado, es lo más sagrado que tienes. Puedes sentirlo así, tienes que sentirlo así. No hay nada de religioso en ello, o mejor dicho, hay todo de religioso en ello, si por religioso queremos decir lo sagrado, lo que nos “religa” o une a lo sagrado.
Vivimos en medio de lo sagrado. ¡En todo momento!
No hay nada más sagrado que tu cuerpo. Y es que no hace falta ser creyente o “religioso” para poder querer con toda su alma a tu hijo, a tu mujer, a tu familia, o, claro está, ¡a tu propio propio cuerpo!
Tu cuerpo no te va a pedir nunca que le hagas daño, “para salvarlo”. Tu cuerpo no te va a pedir erradicar, suprimir, extirpar o quemar una parte de ti mismo.
La enfermedad, toda enfermedad ¡es una buena noticia! Es una reacción salvadora de tu cuerpo.
Tu cuerpo es tu mejor amigo. Tu cuerpo mantiene la llama de la vida, es el soporte del alma que eres tú mismo. Tu cuerpo te está salvando y dando la vida en cada momento.
La vida no está lejos. La naturaleza no está lejos. Y es que la vida, la naturaleza, lo sagrado ¡Está en ti!
¡Tienes que tratar a tu cuerpo mejor que a nadie! Nadie te ama más. Nadie te ama más sin pedir nada a cambio. Le dices por aquí, y va por aquí, le dices por allá, y va por allá. Le dices haz esto y hace esto, le dices haz lo otro y hace lo otro. Le dices soporta esto y lo otro, y todo lo soporta.
Todos pueden abandonarte pero tu cuerpo jamás te abandonará. Te abandonarán algunos porque no te amaban o porque han dejado de amarte. Pero incluso los que te aman te pueden abandonar al abandonar ellos la vida.
Tu cuerpo nunca jamás te abandonará Ni siquiera en el día de la muerte tu cuerpo va a abandonarte, sino que abandonareis esta vida los dos juntos.
Es más, incluso después de morir tu cuerpo todavía vive. Perdida la conciencia, tu cuerpo todavía vive un poco… …con la esperanza de que despiertes, de que resucites, y a veces se produce el milagro y resucitas, ¡no estabas muerto!
En suma, tenemos que volver a entrar en el terreno de lo sagrado. Terreno del que nunca debimos salir. Porque estamos, porque estábamos en el terreno de lo sagrado, sin ser conscientes de ello, desde el mismo día de nuestro nacimiento. Salimos de lo sagrado cuando no somos conscientes de que estábamos dentro de él. Pisoteamos todo lo sagrado cuando vivimos como si la vida no fuera toda ella sagrada, toda un milagro. No somos conscientes de que vivimos de milagro y en el milagro.